sábado, 26 de septiembre de 2015

Fantasmas de Rincón

Variopinta, por Federico Coutaz

Otra vez, la noticia de un fantasma vuelve a la portada de los diarios. La llorona paseó su eterno lamento por Rincón, desesperando a muchos de sus pobladores. Como suele suceder, el rumor se expandió en menos tiempo del que se demora en contarlo. Un diario local difundió la noticia junto con un comunicado oficial del municipio que daba cuenta del suceso y alertaba sobre posibles robos. Desde ahí, surfeando vertiginosamente por numerosos links, La llorona, multiplicada, siguió su paseo por casi todos los medios nacionales, cuando todavía resuenan el temblor que llegó desde Chile y el que llega desde Tucumán.
Ya escribí sobre rumores (El día que mataron a Lerche) y sobre los fantasmas en las noticias. No se me ocurre qué podría agregar a la poderosa historia de La llorona, pero recordé un libro que viene a cuento comentar.
Se imprimió en el 63 en la imprenta de la UNL. En la tapa, que alguna vez fue blanca, se ve un dibujo en lápiz de un hombre vestido de saco o sobretodo que deja caer arena desde su mano ahuecada, en el fondo, pequeña, la iglesia de Rincón, entre el hombre y la iglesia, una nube de polvo. El dibujo del hombre termina poco antes de sus hombros, a la altura donde imaginamos la cabeza están las letras del título: Arenas de la costa. Debajo del dibujo, un seudónimo: Mario Luis Pereyra.
Me lo regaló una vecina muy querida del tiempo de mi abuela, agradecida por un mandado que le hice. Fue escrito por su padre, Mario Luis Beney, quien por alguna razón, prefirió firmar Pereyra. La dedicatoria, con letra ya temblorosa, dice: “A Federico, por su noble gesto, un puñado de cuentos de otro siglo. Rinconeros y de hechos reales. Enero 2013.”
Los cuentos, que podrían llamarse costumbristas, con una mirada entre irónica y compasiva retratan el pueblo y su gente, debatiéndose entre supersticiones y costumbres virreinales y los vientos de cambio que traía el siglo XX.
Uno de los relatos más notables, “Traicionera viuda”, refiere la existencia de otro ser sobrenatural, con más de un parecido con La llorona, que llenaba de espanto a los rinconeros. La viuda se le aparece a Gaitán, el farolero. Detrás de un álamo, enlutada de pies a cabeza, una mujer más alta que cualquier hombre, despide humo por la boca. La escalera del farolero tiembla y su perro escapa aullando. Hay quienes aseguran que la viuda deja como souvenir un facón clavado en la espalda y en la boca un buche de arena y sangre.
Otro de los cuentos que me gustan no trata de fantasmas pero sí de una extraña forma de animismo. Yo había escuchado la historia por mi abuelo, pero me costaba un poco creerla. La Ley de matrimonio civil, impulsada por Oroño, que le costaría su gobierno y excomunión, fue fusilada en la plaza de Rincón. Para cerrar las discusiones con mano en cinto que solían terminar con muelas en el suelo, la autoridad convocó a todos los habitantes; quienes, entre aprobación, miedo y burla, vieron cómo la ley impresa, sostenida por ramas de paraíso, era despedazada por el plomo militar.

Publicada en Pausa #162, miércoles 23 de septiembre de 2015
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