miércoles, 23 de septiembre de 2015

Diez años en Santa Rosa de Lima

El Lugar Barrial de Ajedrez celebró su primera década de trabajo junto a los pibes del barrio.


La inundación de 2003 marcó tristemente a la ciudad. Vidas perdidas, hogares perdidos, sueños perdidos. Huellas que permacerán para siempre, de una u otra forma, por una u otra razón.
Pero siempre de esas historias de pérdida, dolor, injusticia y varias sensaciones y sentimientos más, surgen esas otras historias que pudieron resignificar el sufrimiento para seguir adelante y transformarlo en algo más.
Nuevas generaciones de purretes se acercan para aprender a jugar y estar con amigos, mientras que las viejas camadas ahora los instruyen.

Cuando Atahualpa Larrea, un niño de apenas 6 años en aquel 2003, se encontró por primera vez con un tablero de ajedrez luego de que el agua se tragara sus otros juegos y juguetes, nunca imaginó que 10 años después esa experiencia que, según dice, cambió su vida, también cambiaría la de cientos de chicos y chicas. “A nivel personal fue un crecimiento muy grande, yo cuando tenía 7 u 8 años competía, jugaba torneos, lo hacía como un deporte. Con la creación de este espacio comencé a ver al ajedrez de otra forma, ya no como un deporte, sino como algo social, inclusivo, al alcance de todos. El ajedrez desde siempre, culturalmente, había sido sólo para gente de cierto nivel económico, era un deporte de elite, entonces la idea de crear este lugar libre y gratuito rompió un poco con esa concepción”, dice Ata, hoy un adolescente de 18 años. “Después de 10 años ha significado un cambio de mentalidad muy grande en los chicos, en el barrio y en la ciudad, porque esta idea del ajedrez social se fue replicando en otros lados, de hecho hoy hay unas 10 escuelas similares a ésta, y también pudimos ver esta idea replicada en el resto del país y Latinoamerica”, celebró.
Marcela Faraone, madre de Atahualpa y una de las fundadoras del LBA, recuerda que cuando en 2005 su hijo les preguntó por qué en el barrio no había una escuela de ajedrez, la decisión fue hacerla ellos mismos. “En su momento esto era un gran desafío porque era la primera escuela de ajedrez libre y gratuita de la ciudad”, dice Marcela. “Hoy ya hay varias más y acá nosotros tenemos unos 80 pibes de entre 4 y 26 años participando de las actividades que, de a poco, fueron sumándose, además del ajedrez. A lo largo de estos años hemos tenido talleres de computación, de plástica, de música, hip-hop, tango, folclore. Vamos siempre buscando esas cosas que a los chicos les van interesando para poder engancharlos y que vengan. También valoramos mucho que en estos 10 años pasaron por acá muchos practicantes, que han hecho sus tesis y trabajos para las facultades e institutos, eso fue armando un grupo humano muy lindo y valioso”, destacó la madre.
El LBA funciona en Mendoza 4261, en un ex Hogar Escuela que fue levantado por la Fundación Eva Perón y desmantelado durante la última dictadura militar. En 2003, los vecinos de Santa Rosa reabrieron este espacio que se encontraba abandonado para darles un lugar a los chicos y chicas del barrio. 
“Nosotros lo limpiamos, lo pintamos, lo recuperamos. Con el correr del tiempo pudimos ir revitalizándolo, y hoy el gobierno provincial lo está manteniendo y usándolo también para dar talleres y actividades”, comenta Juan Larrea, padre de Atahualpa. “Nosotros sentimos que cumplimos un rol fundamental, el de ser custodios de este lugar que es tan significativo para el barrio, porque acá en la década del 70 vivían amigos nuestros, pibes del barrio. Sentimos satisfacción de que pudimos hacer que este lugar permanezca en el tiempo a pesar de los intentos de hacerlo desaparecer o transformarlo en otra cosa que tuvieron algunos gobiernos. Pero acá estamos, y manteniendo el espíritu con el que fue creado: para los niños y niñas. Creemos haber sido nosotros, como asociación, un granito de arena que aportó a eso”, cerró.

Crecer jugando
El LBA cumple un rol social muy importante en Santa Rosa de Lima, más allá de la práctica del ajedrez. En 2005, cuando la ciudad todavía se recuperaba del paso del agua y de una de las crisis más profundas que vivió el país, este lugar acogió a los pibes que además de la necesidad  de un espacio de contención, tenían hambre. Juan grafica esto con claridad: “todavía seguimos dando la copa de leche, pero en un principio necesitábamos 50 litros para atender a todos los pibes, hoy preparamos sólo 10 litros. Con eso vemos que todavía hay una fracción de esta población que necesita la alimentación y otra muy importante que ya puede acceder a ella en sus casas”. Marcela arroja otro dato que agrega más claridad sobre el valor que este tipo de lugares tienen en barrios como Santa Rosa: “nosotros vemos que como espacio de contención social esto ha funcionado, los chicos van por el buen camino, muchos han formado sus familias, hay una gran cantidad que está en la facultad y eso es muy valioso, porque el barrio tiene 70 años y cuando arrancamos con este proyecto había solamente 14  egresados de la facultad, ahora sólo de nuestro grupo de chicos tenemos unos 14 estudiando y algunos a punto de recibirse. Eso nos llena de orgullo y de ganas de seguir apostando”.
Muchos de esos chicos y chicas que en 2005 se encontraron por primera vez con los tableros negros y blancos, con los peones, alfiles, torres y demás, hoy ya adolescentes y jóvenes, son quienes están tomando la posta de la comisión directiva del LBA, organizando torneos y llevando sus conocimientos y experiencias a otras escuelas en la ciudad y alrededores. “Hay muchos chicos que están ejerciendo como instructores en las escuelas públicas en distintas ciudades, pero este año salió un artículo que estipula que si no estás federado no podes ejercer como instructor, y eso es complicado para nosotros porque federarse implica mucho dinero, nosotros somos ajedrez social y por eso estamos intentando que se nos reconozca como ONG, para que las nuevas camadas de chicos que se van formando también puedan tener la posibilidad de ser instructores, que haya igualdad de oportunidades con el resto”, comenta Marcela. Y Atahualpa agrega: “creo que hoy se ha cumplido uno de los objetivos que tiene LBA, que es brindarles a los chicos oportunidades de inserción laboral. Gran parte de quienes comenzaron acá como alumnos, con 8 o 10 años, se están desempeñando como instructores de ajedrez en las escuelas públicas y además vuelven acá para seguir colaborando con este proyecto”.

Publicada en Pausa #162, miércoles 23 de septiembre de 2015
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