miércoles, 27 de mayo de 2015

Pendejo

Médula, por Fernando Callero

Un pendejo castaño al pie de una máquina de electro. Una forma de luz que entra por los ventanales del gimnasio le da brillo. Rolo al ras del piso sobre una pista de colchonetas. Las piernas espásticas traban el giro, el tronco se las arregla con una dinámica de brazos que aprendí hace unos años en unas clases de danza. Supero una rampita que improvisó la kinesióloga. En la terapia las rampas son el principio de todo. Hay que darse maña para reeducar y  devolverle al cuerpo los patrones estándar. Salud equivale a norma. El final del proceso es parecerse lo mejor posible al ser humano, es decir a los otros.
El pendejo desapareció, o quizás ya no le presto atención. El pendejo real. Pero continúa en mi mente en forma de tres preguntas completamente inútiles. ¿De quién será? ¿Qué lo distingue de un cabello? ¿Por qué está ahí? Cada pegunta tiene su respuesta igualmente insignificante. La primera: sin lugar a dudas de uno de los 20 y pico de pacientes que estamos entrenando en el turno mañana (ningún pelo escaparía a la exhaustiva limpieza diaria del personal). La segunda: su zig zag lo hacen inconfundible. Tercera: esta es una pista de rolar y es natural que alguno se escape de entre la ropa interior por efecto de los tirones del elástico de los buzos.
El pensamiento inútil es una forma de meditación, a la que contribuye la enorme comba vidriada que da al paisaje. Una frontera de pinos y álamos soplados por la brisa caliente de febrero. Los vuelos rasantes de los teros en estado salvaje y las lechuzas que se reproducen en nidos enterrados en las lomadas de pasto. El cielo marmolado en su punto incandescente en contraste con las máquinas físicas y electrónicas con que nos disciplinamos. Las variables son: acv, fractura de vértebra y contución medular, amputaciones y otras enfermedades cerebrales complejas. El hardware del cuerpo colapsado que hay que rectificar con pronósticos de recuperación inciertos.
Espasmos, espasticidad, cuadri, hemi y paraplejia. Cuadriparestesia. Escaras, edemas, embolia. El  arsenal de drogas para los tratamientos. Clecsan, eparina, corticoide, diazepam, clonazepam... Bicicletas fijas, colchonetas, camillas, sillas de rueda, barras, camas de bipedestación, electroestimuladores, pelotas, pileta, flotadores, escaleras. Todo un complejo equipo de simulación para forzar desde afuera la arquitectura y dinámica natural de los cuerpos. Y por supuesto, el corazón del asunto: el equipo humano de kinesiólogos, terapistas, médicos, camilleros, enfermeras, psicoterapeutas, fonoaudiólogas, terapistas ocupacionales, cuidadores nocturnos; cada uno con su función, pero esencialmente su contacto cercano. Sin humanidad todo lo otro resultaría una maquinaria sádica  para una persona que transita un estado agudo de necesidad.

Publicada en Pausa #154, miércoles 20 de mayo de 2015
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