viernes, 21 de noviembre de 2014

Desafíos de la desigualdad

Entrevista al sociológo Gabriel Kessler.

Por Gonzalo Andrés

El sociólogo Gabriel Kessler presentó su libro Controversias sobre la desigualdad en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, donde se explayó sobre las desigualdades en Argentina entre 2003 y 2013.
Su principal interrogante: ¿es la Argentina más o menos desigual que hace diez años? “El objetivo era tomar una postura equilibrada y tratar de llegar a un balance del periodo que no sea dicotómico”. El análisis se focaliza en distintas esferas: trabajo, educación, salud, género, vivienda, delito, infraestructura y ruralidad.
Durante su exposición, el investigador sostuvo que “Se puede señalar en algunas áreas una reducción de la desigualdad y, al mismo tiempo, se puede marcar el reforzamiento de ciertas desigualdades o la generación de otras nuevas”.
“El aumento de la pena no tiene ningún impacto disuasivo en el delito”, dijo Kessler.

En el mercado formal del trabajo se evidencia la mejora. Se incluyó más gente al trabajo y la relación capital-trabajo es más distribuida. “Este proceso alcanzó para incluir a un sector (un 25% o un 45%, depende de quién haga el cálculo) de la población económicamente activa”. Sin embargo, “a partir del 2007-2008 comienza a disminuir la distribución del ingreso dentro del mercado laboral debido a que disminuye tasa de creación de empleo, se aminoran los aumentos salariales y se evidencia un aumento de la inflación”.
En cuanto a la educación, hay más cantidad de alumnos (un proceso que empezó en los 90 con la escuela primaria y se extendió a la secundaria y la universidad en este periodo) y mayor heterogeneidad dentro del sistema debido a las diferencias de la calidad educativa. Hay cada vez más población joven que va a la escuela secundaria y que hace la universidad.
En materia de salud-enfermedad, hubo un gran aumento de la población con algún tipo de cobertura y disminuyeron la tasa de mortalidad infantil y materna, pero perduran núcleos de exclusión que sufren enfermedades vinculadas a la mala calidad de vida (tuberculosis, hepatitis) o al deterioro del ambiente (mal de Chagas, dengue, hantavirus).
También el investigador destacó que, más allá de la distribución de los ingresos y las condiciones laborales, las obras de infraestructura que realizan los Estados ayudan a disminuir las desigualdades sociales. En dialogo con Pausa, afirmó: “hay que tener en cuenta que lo que llamamos servicios colectivos tienen impacto en atenuar la desigualdad. En ese sentido, las distintas obras de infraestructura son implementos que tenemos que incluir en el debate sobre igualdad-desigualdad”.

Inseguridad y delitos
Una de las paradojas en las que se detuvo el investigador fue el hecho de que a pesar de la disminución de la desigualdad, el delito no disminuyó lo suficiente que se podría esperar: en la actualidad, la tasa de delitos contra la propiedad está cercana a la de los 90. También destacó que los principales perjudicados por la inseguridad son los sectores más vulnerables: “a medida que se desciende en la escala social, aumentan las probabilidades de ser víctimas del delito”.
Sobre la conveniencia de la aplicación de políticas de mano dura, el autor respondió: “yo retomo algunos de los estudios hechos por economistas en la Argentina. Cuando toman dos variables –el aumento de la duración de la pena y el aumento de la probabilidad de ser aprehendido por un delito–  demuestran que el aumento de la pena no tiene ningún impacto disuasivo del delito, pero que el aumento de una mayor efectividad policial aparentemente sí. Es decir, en las provincias o ciudades donde hay una mayor posibilidad de ser aprehendido debido al funcionamiento de la policía y de la justicia, hay una cierta disminución en la tasa de delitos”.
En la actualidad hay en América Latina gobiernos nacionales que tienen un discurso progresista y que disminuyeron las desigualdades sociales, pero al mismo tiempo han aumentado la tasa de delitos y el número de presos. Kessler dijo: “Los gobiernos nacionales-populares o de centroizquierda o izquierda conocieron un aumento muy importante de la población penitenciara (aunque eso también sucedió en los países que son gobernados por la derecha). Pero ahí vemos que hay un primer interrogante que consiste en tener un gobierno progresista y, a la vez, un aumento de la población carcelaria. Lo segundo es que vemos, en general en América Latina, que los gobiernos que han sido reformistas durante muchos años, en seguridad no han sido reformistas, no han logrado establecer un discurso, una práctica y una política diferentes. Y, más aún, vemos una cuestión que a mí me preocupa mucho, lo que yo llamo neopunitivismo, que es la posibilidad de articular políticas progresistas en muchas áreas con políticas autoritarias en materia de seguridad. Me parece que ahí hay un tema pendiente en los gobiernos progresistas latinoamericanos”.

Tendencias contrapuestas
El investigador de Conicet argumentó que no se puede resumir la problemática a los términos igualdad-desigualdad, sino que hay que analizar las tendencias contrapuestas existentes. La primera tendencia es que en cada una de las esferas persiste un núcleo marginal. “En cada una de las esferas hay un núcleo de exclusión estructural, que en algunos casos son los mismos. Por ejemplo, se puede tener empleo pero padecer una fuerte enfermedad, en ese caso habría exclusión en la esfera de salud”.
La segunda tendencia es que hay sectores en los que no hay exclusión (tienen trabajo registrado y acceden a servicios públicos) pero es mala la calidad de los servicios a los que se accede (escuela, salud, transporte). La mala calidad de los servicios públicos también genera desigualdades sociales: “hay un elevamiento del piso en todas las esferas que uno puede analizar, pero hay persistencia de la desigualdad. Esto lleva a que, al mismo tiempo que hay un aumento de la cobertura de salud, educación, hay una heterogeneidad interna en la calidad de los servicios a los que se accede en cada una de las esferas”.
Sintetizando, Kessler afirmó que “en general, la desigualdad es menor en todas las esferas”, ya que existen “claros movimientos hacia una mayor igualdad en ciertas dimensiones, pero también la perdurabilidad, o en ciertos casos hasta el reforzamiento, de desigualdades en otras”.
“La tendencia de la época es hacia una menor desigualdad, en contraposición de los 90, porque también se disminuyeron brechas con medidas como la asignación universal  o leyes como las de trabajo rural, empleo doméstico, matrimonio igualitario, identidad de género”, finalizó.

Publicada en Pausa #146. Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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