jueves, 23 de octubre de 2014

Estamos todos juntos separándonos

Mil mates, por Fernando Callero

I. Los sueños

Al momento de tomar el avión de regreso
yo me peleo con papá en el embarque,
mamá y S se cortan solos,
mi hermanita sufre
mi hermano suspende el vuelo y se queda.

Los sueños, contarlos. Aprender técnicas de cacería, atrapasueños para tender en esa frontera del despertar, antes de que se esfumen. ¿Cuánto hará que lo soñé? Porque lo percibido, aunque sea de forma fantasmal, ya entra en el rango de las cosas. El Objeto Directo: LO se hace cargo de marcar esa intuición en la gramática. Yo lo soñe ñeeee.
Algunos parecen venir del comienzo de la noche, para aparecer de día ya un poco oreados, curtidos, pero por eso mismo suelen ser los de mejor definición. Otros parecerían que acaban de ocurrir, incluso que han sido interrumpidos por algún fenómeno inmediato, un perro, el calor, el basurero regulando frente a casa.
Titilan todavía esas imágenes, por lo general siluetas difusas o apenas valores de luz que hasta hace unos segundos conformaban una experiencia real, es decir una secuencia ordenada, porque sino no sentiríamos el tirón de un sentido que se borra. Un sentido muy preciado, porque viene con toda la parafernalia adscrita al género. La epifanía, nombre horrible de niña, si los hay. Creo que gracias a dios nadie se llama epifanía. O sea, no los hay. 
Entonces, obrar mecánico y alerta, perder la vista en el vórtice de los artefactos de baño por si se escurren por ahí los datos, sostenerlos sin mirar la pava mientras se carga de agua con el chorro ejecutando el metal de su pancita.

Pero lo mejor es contarlos. Tener a quién contarle el sueño es el sueño de muchos soñadores solitarios. Los solitarios encima suelen soñar más que los cónyuges y los gregarios. Quizás porque el total de las operaciones psíquicas del rango de la intimidad quedan enteramente a su cargo.
Hay unas hormonas que te ponen como un caballo. Y uno es capaz de soñar cualquier cosa. Porque es un hoyo temprano de la muerte la narración que modela la experiencia.
Y el cerebro hace su mímica.

Publicada en Pausa #144. Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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