jueves, 21 de agosto de 2014

Digresiones


I
Es sábado. La primavera invernal hace todo más agradable. Mi amigo, la Fiera, entra: es lo más parecido a Lucas de Rep... Suele ingresar acompañado de su nubarrón y suele trasladar la tormenta. Esa noche, sin embargo, una leve alegría lo invadía. Luego del habitual saludo de rutina, tiró sin preámbulos “¿Qué harías si tuvieras la máquina del tiempo?”. Es una pregunta sin sentido, pensé, incluso si existiera la posibilidad de trasladarnos al pasado o al futuro. Dudé, saqué un Marlboro. Antes de que responda, la Fiera se anticipó y me aclaró “No me vengas con viajar en el tiempo y matar a Hitler o decirle a Higuaín que no se apure en la final y defina mejor. ¿Posta qué harías?”. La Fiera no sabía donde había estado las últimas horas, es más: desconocía completamente mi estado de ánimo.
Prendo el cigarrillo, le aclaro que me agarra en plena nostalgia y que si pudiera viajar en el tiempo, seguramente retrocedería a una época en donde ella tuviera 20 y yo 21, quizás un Entepola o, quizás, ese lugar de tantos donde uno está y comparte el espacio con la persona que conocerá en otro tiempo y desconoce que habita el mismo espacio. Ahí noté que generalmente ante estos juegos dignos de dos personas que de muy pequeños vieron Volver al futuro en VHS hasta que el tracking dijera que ya no es posible, se suele optar por un viaje al pasado. Lo transitado, volver a lo sabido. ¿Por qué no elegir el futuro? Porque el futuro no existe y se construye segundo a segundo y antes de que termine el cigarrillo ya es pasado. El momento fue lindo y hasta me pareció ver a la Fiera con un chaleco inflable rojo y una patineta. Luego, volví a la realidad y me di cuenta de que hasta para vender chicles usan el mismo recurso.

II
Apareció el 114, la alegría es inmensa. No hay nada más lindo que un nieto abrace a su abuela y puedan reconocerse. Pocas veces vi a tantos amigos emocionados porque una vida de lucha termina y recomienza en un sueño encontrado. Cuando la alegría es masiva sorprende, dan ganas... Uno cree un poquito más a pesar de que aparezcan los matulichis de siempre que no pueden soportar que la alegría sea de muchos. Usarán seudónimos, se acomodarán el bigote, debatirán sobre la fama y la identidad. Otros esperamos al 115.

En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

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