jueves, 14 de agosto de 2014

Charlas

Mil mates, por Fernando Callero

Un pibe ofendido te puede matar. Una chica humillada se te va a parar de manos. ¿Se aprende a respetar la vida del otro? ¿Cómo? ¿Y la propia? En todo caso, ¿qué es el respeto por la vida? ¿Miedo a caer preso, culpa por la ruptura del contrato social, vergüenza atávica por que se sepa, ruina de tu vieja, tus hijos, lo que se dice: la familia?
En la escuela secundaria tuve todo tipo de “charlas”: una plaga de los 80 que, auspiciada por la currícula, metía comisarios obtusos en las aulas para hablar de droga y enfermeras católicas para argumentar contra el aborto. A ellas les encantaba proyectar diapositivas asquerosas de fetos tirados en un tacho de basura. A los policías, “marcar” boliches de moda con detalles traídos de los pelos: los ventanales del “Hostal del Río” trazaban cruces invertidas, de ahí a la droga un sólo paso.
Vale decir, ninguna charla. Puro tormento purificador para las afiebradas pulsiones adolescentes a partir de imágenes fuertes. El respeto por la vida, propia o ajena, se forjaba en caliente en esas fraguas de terror. Por lo menos, en Concordia, entre los años 1983 y 1988.
Pienso en el lugar común de la violencia ligada a la droga. “La droga”, así de abstracta, abarca todas las figuraciones perversas que una mente mediana pueda engendrar. Su propio odio, sus crímenes íntimos al punto de conformar relatos familiares que manipulan un destino. ¿De qué charlarán los negros en los carros, esas familias? ¿Cuál es el deseo del pibe de nylon impecable, rojo y negro, rojo y blanco, con cresta estilizada que mi hermana se quiere comer? Esos chicos huelen bien. Son hermosos. Piel oscura, rayos verdes. Pero te la van a dar. No escuchan, como vos creés, tanta cumbia pedorra. El rap y el dubstep le sacan brillo a su fibra magra, panzas apretadas contra un cargador, un túnel de 22 en alto relieve a la altura del pecho. ¿Y ese chuzazo?, ¿del apéndice? No, papá, de Juveniles.
La droga hasta los 80 era de chetos, “pinchetos”. En los 90 no sé si el Cabezón o quién, se la colocó a los pibes de esa nueva franja que antes se llamaba Varadero Sarsotti, por ser un puerto pequeño de pescadores, y ahora se la asocia a esa otra abstracción: La villa. La selva. Los leones en la selva. Así chicos, nunca vamos a entender nada.
Por lo menos, en Santa Fe, en el año de gracia de 2014, la cosa es más o menos así.

En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

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