viernes, 18 de julio de 2014

Para esto sirve la guita


En Rosario, la ciudad de Lionel Messi, Maximiliano Rodríguez y Ezequiel Garay, nació, jugó y creció Ángel Di María. El famoso “Fideo” se formó futbolísticamente en las inferiores de Central. El padre (Miguel) trabajaba en una carbonería para mantener a la familia, mientras que el futuro jugador del Real Madrid lo ayudaba armando las bolsas de carbón para repartir.
Un día llegó el debut en Primera, Angelito tenía 17 años y otro Ángel, el eterno Zof, lo mandó para la cancha contra Independiente. El futbolista reemplazó definitivamente al carbonero del barrio Cerámica –zona norte de Rosario–. La populosa barriada que vio nacer a un tal Brian Medina –un rapero que es conocido como Brapis– tiene quien le cante y pinte una realidad cruel para esos pibes sin calma. “En el barrio, los chicos de mi edad, crecemos con el transero a la vuelta y la poli mirando para otro lado”, declaró el rubio admirador de Eminem en un medio rosarino. Dicen que Rosario está jodido y, al parecer, las calles donde caminó Di María no son la excepción.
El flaquito que un día dejó barrio Cerámica por la bella Lisboa y más tarde se mudó a la casa eterna del gran Alfredo Di Stéfano, cumplió con la ley de los que no se olvidan de la cuna, de los que están marcados por el ADN del fútbol y la vida amateur. Al deportista profesional no le llegó la contaminación ni de la fama, ni del dinero. Y si de algo sirven los millones que gana, es para que un día sea lea esta noticia: “Di María contrató un charter para que diez amigos de su infancia viajen a Río de Janeiro a ver la final del Mundial”.
Al final, Fideo no pudo jugar el partido de su vida, y una imagen televisiva lo mostró lleno de lágrimas, ya afuera del que iba a ser su Mundial.

En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.

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