viernes, 18 de julio de 2014

Claridad

La calle, por José Luis Pagés

El café aroma la sala. Lucio hace anillos de humo y Vargas vestido de escritor, polera y chaqueta negra, lee un programa en voz alta. Lucio lo sigue con  curiosidad.
Antes del 78, Vargas lo visitaba seguido. Junto al ventanal que ahora muestra un cuadro de hojas amarillas, hablaban de libros, mujeres y política.
“Nos juntamos en la estación y cuando llegue la última delegación visitamos al intendente. El Liceo nos facilita un colectivo”, dice. Lucio hace un esfuerzo por ver los ojos ocultos por gruesos cristales.
La última vez –antes del Mundial–, se vieron en la Modelo. Una semana después lo dejaron en la calle. “Saludamos al Coronel y con él vamos al Teatro Municipal adonde se hace el encuentro”. “Pero como cambia la gente”, se dice Lucio.
Vargas enciende la pipa, mira al techo y agrega: “Luego visitamos al gobernador”, “El Almirante”, observa Lucio. “Claro. Después almorzamos en el Liceo Militar que nos asegura  munición de boca y hospedaje. A la tarde, apertura oficial. Ministro de Educación, autoridades”. Lucio no sabe si reír o llorar.
“Después abrimos con lecturas de poemas…”, alcanza a decir. “Claro, no sigas”, ataja Lucio. “¡Contamos con vos!”. “Gracias, no voy”. “¿Pero por qué no?”, inquiere Vargas.
Lucio mide la respuesta, no es cuestión de suicidarse, pero le sale algo impensado.
“Soy civil”.
Vargas se despide con un fuerte apretón de manos y una sonrisa indescifrable.

En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.

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