viernes, 20 de diciembre de 2013

El día que mataron a Lerche

Por Federico Coutaz

Hace unas semanas, antes del temblor, esta bendita tierra engendró un nuevo mito urbano. En un mismo día escuché la historia cuatro veces: Germán Lerche había sido asesinado con seis balazos en su departamento de Puerto Madero. La noticia no se publicaba porque, como suele suceder en estos casos, había quién quería (¡y podía!) taparlo todo.
Estos relatos, al igual que los rumores, tienen mayor posibilidad de expandirse de manera proporcional al grado de ansiedad y sensación de crisis, a la necesidad de respuestas, de certezas. En general, en su entramado se expresan impulsos reprimidos del inconsciente colectivo. En este sentido, no es difícil relacionar los seis disparos con los seis puntos que le descontaron a Colón por obra y gracia de su ex presidente.
Recuerdo un mito espantoso que corrió como peste en 2001, hablaba de un bebé violado, de un violador que pedía auxilio en el Cullen y un policía que lo ejecutaba ipso facto. Pocos días después, el país se incendiaba y otro radical escapaba como rata. La historia, que hablaba de pena de muerte y justicia por mano propia, se olvidó pronto entre el humo y los saqueos. ¿Puras coincidencias?
Uno más, contundente, el maravilloso “Loco de los techos”. Heredero de La Llorona, atemorizaba a la gente saltando de techo en techo, vestido de negro, con ojos rojos brillantes, con el poder de saltar de vereda a vereda y ser inmune a las balas. La primera aparición fue en barrio Centenario. Al rato, una pueblada tiroteó una escuela donde alguien lo había visto refugiarse (la escuela estaba vacía, felizmente). En poco tiempo, el Loco de los techos estaba simultáneamente en todos los barrios del oeste. El jefe de la policía rogaba a la gente que se quedara en sus casas y no saliera armada a la caza del monstruo, como sucedía noche a noche. De a poco la psicosis social menguó. En los dispensarios se multiplicó la asistencia psicológica. Vinieron profesionales de otras ciudades. Cuando sobrevino la calma, los informes de los psicólogos, describían lo que, de tan evidente no se veía. La fecha coincidía exactamente con el segundo aniversario de la inundación. La imagen de la inundación es la de los techos, el personaje, portador del significante traumático, al igual que el agua invadía las casas de noche, se movía de manera inhumana, incontrolable, invencible.
Los mitos urbanos, como la literatura y el arte en general, permiten, entre otras cosas, elaborar la angustia, conjurarla, hacerla cosa. Lo malo es que tal como aceptamos muchas noticias, no siempre es fácil distinguir realidad de ficción. Feliz Navidad.

Publicada en Pausa #128, miércoles 18 de diciembre de 2013
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