lunes, 21 de octubre de 2013

El museo en la vía del olvido

Peligra la memoria contenida en el Museo Ferroviario: se cae a pedazos su edificio, un patrimonio provincial sujeto a la indiferencia del Estado en todos sus niveles.

Por Milagros Argenti

Filtraciones, socavamientos y hasta un progresivo derrumbe aquejan al Museo Ferroviario de Santa Fe, sito en San Luis al 2900 (esquina Hipólito Yrigoyen). Pero el peor de sus males es la desidia de la Nación, que la Provincia y el Municipio acompañan con promesas de gestiones incumplidas.
Corridos por la humedad y los techos que se caen, los archivos quedan apilados en condiciones que son una afrenta a su conservación. Fotos: Olivia Gutiérrez.

El Museo fue inaugurado el 20 de noviembre de 1995 en el sector suroeste del inmueble que, junto al actual Registro Civil, ocupaba la administración del Ferrocarril Belgrano. Fue armado a pulmón y ese inicio de lucha signaría su existencia. Cuando, vía menemismo, llegó la debacle de los trenes, un grupo de ex ferroviarios dedicó cada una de sus horas libres a desempolvar, restaurar y archivar material que sabía indispensable para la historia del país. “La época del rescate”, le llaman ellos. “Íbamos a la tarde y empezábamos el operativo hasta que nos apagaban las luces”, cuenta el secretario de Prensa del lugar, Andrés Andreis. Ese material, que tanto esfuerzo costó recuperar 20 años atrás, viene sufriendo desde hace una década los embates del deterioro edilicio. Las rajaduras que atraviesan verticalmente las paredes, los agujeros en el cielorraso, los hundimientos del piso, el colapso de la planta alta, rayan lo pornográfico. Con sólo ingresar, la humedad del ambiente cachetea. Cuando llueve, el agua cae en forma de cortina desde el techo y desemboca en los ya castigados listones de madera, que en algunos sectores se arquean, cual garrochas, al pisarlos. Como resultado, ya se perdió un tercio de lo conservado: documentos, cuadros, fotografías, planimetría original de las vías ferroviarias no sólo santafesinas, sino argentinas en general.
Si el Museo todavía no se volvió recuerdo es gracias a su Comisión Directiva (hoy presidida por Mario Gastelo), al aporte de sus socios, a los visitantes que pagan un bono de $5 y a la voluntaria contribución de quienes acuden a pedir información. Con todo, los ingresos mensuales no traspasan nunca los $2.000, que cubren el más básico mantenimiento.

La desidia como política
El Museo Ferroviario está bajo la órbita de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado, dependiente del Ministerio del Interior y Transporte de la Nación. La ADIF se volvió tristemente célebre en esta capital en mayo de 2011, cuando intimó al Municipio santafesino a “devolver” la Estación Belgrano, que la gestión de Mario Barletta estaba restaurando tras años de absoluto desinterés del gobierno central. La cuestión se resolvió meses después, pero la repartición nacional sigue evidenciando su cinismo en su página web. “La Argentina será un país con una nueva infraestructura ferroviaria para el siglo XXI, cuya operación sea capaz de integrar el territorio”, reza. Y sigue bromeando: “esto implica, con la participación de las Provincias y gobiernos locales, elaborar un plan para la optimización del sector, recuperación de infraestructuras y desarrollo del servicio ferroviario, como política de Estado”.
La delegación Santa Fe de la ADIF está en San Luis y Crespo, en la propia cuadra del Museo Ferroviario. Sin embargo, no hay el más mínimo contacto entre ambos organismos, y de hecho es humanamente imposible encontrar abierta la ADIF, o a alguno de sus ignotos funcionarios. Será por ello que Andreis apela a la voluntad provincial o local para salvar uno de los últimos bastiones de resistencia ferroviaria de la ciudad.

Promesas y más promesas
Resignado ante la desidia de la Nación, Andreis brega desde hace años por la transferencia del inmueble al ámbito santafesino.
En julio de 2012, la ministra de Innovación y Cultura de Santa Fe, María de los Ángeles González se comprometió ante los micrófonos de LT10 a gestionar el traspaso. “Lo importante es rescatarlo y que no se siga deteriorando. Se podría apelar a algún programa de restauración internacional. Pero primero hay que transferirlo y tenemos que tenerlo nosotros para cuidarlo”, prometió. Hace algunos días, su discurso cambió: “ese edificio es de la Nación”, se desentendió. “Lo que nosotros podemos hacer por ahora es mediar. No es nuestro lugar. Pedir la transferencia, no. Sólo podemos funcionar como ‘puentes’”. Cabe destacar que, desde el siglo XIX, el inmueble es Patrimonio Histórico de la Provincia.
Similar actitud demostró el gobierno local. Según Andreis, Mario Barletta se comprometió a llevar adelante un proyecto con un presupuesto de 450 mil pesos. “A mitad del año 2007 lo rebajó a 250 mil y después nos dijo  que la Municipalidad estaba en rojo”, cuenta el encargado de Prensa del Museo Ferroviario. “Corral también vino, y  nos prometió que nos iba a ayudar… Todos nos dicen que lo van a hacer, de una u otra forma”.

Al arbitrio del azar
78 años tiene el hombre, y lleva 56 dedicados al ferrocarril. Pasó por todas las categorías del escalafón, hasta jubilarse con la máxima. Para ello estudió incansablemente en sus pocas horas ociosas de juventud: Taquigrafía, Contabilidad, Telégrafo, Maniobras. Eran condición sine qua non para conseguir el empleo de sus amores. Su papá, zapatero; su mamá, ama de casa. Años después, cuando quería arrancar con el Museo Ferroviario, llevaba a sus dos hijas, chiquitas por entonces, en su Renoleta, y juntos desafiaban el polvillo para montar la institución que hoy el paso del tiempo y la indolencia estatal están destruyendo. Tiene una memoria de elefante Andreis, y mucha nostalgia. Pero curiosamente, nada de rencor. Algún que otro reproche, sí.  “Nosotros apoyamos los gobiernos provinciales y municipales con la restauración de La Redonda, El Molino, la Belgrano… y ahora sentimos un poco de ingratitud, porque creímos que se iban a ocupar del caso nuestro. Pensamos que éramos los siguientes. Pero no”. Ni la Nación, ni la Provincia, ni el Municipio. Claramente, están a voluntad del azar. “Todas las semanas, tres de los integrantes de la Comisión jugamos  los mismos números al Quini 6. Nos ponemos de acuerdo, porque ya convinimos que si lo sacamos vamos a destinar la parte necesaria de ese dinero a la restauración”. Es triste, pero no erróneo. El tipo ya tiene casi 80, y sabe mucho por viejo, como el diablo: si no hay una motivación electoral, es más probable sacarle algo al azar que a los gobiernos de turno.

Publicada en Pausa #123, miércoles 9 de octubre de 2013
Disponible en estos kioscos

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