domingo, 29 de septiembre de 2013

Save to the Bullying

Por Federico Coutaz

No hace mucho, conocí el término bullying. Poco después, noté que era la palabra preferida de algunos docentes. Luego supe que el gobierno de la ciudad de Santa Fe (que antes bastaba con llamar Municipalidad) impulsa el programa Santa Fe Libre de Bullying.
Hace más de diez años que trabajo en escuelas y no recuerdo más de dos situaciones que podrían adaptarse a dicha clasificación. Sin embargo, es claro que este dato sólo revela mi impericia o negligencia dado que, como si lo anterior fuera poco, acaba de sancionarse una ley nacional al respecto.
Intenté leer los fundamentos delproyecto de ley, pero abandoné en el tercer párrafo que habla de posmodernidad y crisis de valores. En fin, no pretendo refutar a tantos especialistas sino, simplemente, plantear algunas inquietudes que algún samaritano sabrá mitigar.


Por empezar, no logro discernir el aporte del término, además de una definición rudimentaria y una descripción esquemática. Intuyo que sólo se trata de incorporar una palabra que suena bien, que no aclara mucho nada y que puede generar lo contrario de lo que se pretende.
Rechazo la idea de pureza de idioma (hermana menor de la pureza raza). No creo que llamar delivery al envío a domicilio constituya alguna pérdida. Sin embargo, hay otros términos que implican un sustrato cultural mucho más nítido e indeseable. Pienso en palabras como “loser”, “nerd”, “winner” entre otras y me pregunto si no será el caso de “bulliyng”.
Entiendo que Bully designa al agresor (pese a la aclaración de que el concepto bullying no distingue víctima/victimario). Pero apuesto a que en estos lares se va a imponer como una forma de nombrar a quien lo padece, revictimizándolo. Imagino frases del tipo “a Pedrito lo agarran de bullying” en reemplazo de expresiones menos felices pero sin una ley que las legitime.
Temo también que este enlatado sólo obture la singularidad de cada caso y la posibilidad de indagar las subjetividades puestas en juego como forma de lidiar con el conflicto. Peor aún, me pregunto si tanto repentino esfuerzo por prevenir y sensibilizar a potenciales actores, no vaya a terminar fomentando o inventando el fenómeno.
Por último, los tipos de vínculos y relaciones de poder que se establecen en un aula no son independientes de los que existen en la sociedad. No estaría mal, entonces, revisar los casos de bullying a una escala social mayor. Lo pienso en estos días en que, tristemente, se vuelve a pedir la baja de edad de imputabilidad de los menores.

Publicada en Pausa #122, miércoles 25 de septiembre de 2013

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