jueves, 5 de septiembre de 2013

El Cuco anda suelto por barrio Cabal

Un grupo de acción territorial independiente trabaja con los vecinos como una usina de poder popular. Su labor: cooperativas de trabajo, huertas comunitarias y talleres artísticos.

Por Marcela Perticarari

A lo largo de Avenida Blas Parera varias paradas no están numeradas y la gente se amontona en las esquinas durante las tres o cuatro decenas de minutos que demorará en llegar un colectivo. La resignación se marca en cada rostro y en las piernas que, en muchos casos, caminan largos metros para llegar a la infernal arteria por la que a diario circulan miles de camiones, autos apurados y motos que cargan de a cuatro humanos por viaje. Blas Parera marca un límite imaginario y, a su oeste, la ciudad parece diluirse en unas pocas calles con asfalto, vírgenes de colectivos y amigas de los remises irregulares que se animan a transitar esas dimensiones.
Por esas mismas calles anda El Cuco, que no se trata de un ente con cara derretida que asusta niños, ni de la espera de un colectivo, ni del pedido prolongado por un mejorado en las cunetas llenas de un líquido espeso y oscuro: El Cuco es un colectivo territorial independiente que trabaja en Cabal, el barrio de 50 manzanas y 4.000 habitantes que tiene como límite sur calle Estado de Israel, al norte Vieytes, al este Blas Parera y al oeste el camino viejo a Esperanza, aunque los ranchos se extienden hasta terrenos cercanos a la Circunvalación. El cirujeo es la principal fuente de sustento entre los habitantes más marginados del sector, que no son pocos.
Con pala y voluntad, los integrantes de El Cuco preparan el terreno para la construcción de un rancho propio que albergue sus actividades. Foto: Pablo Bertoldi

Las acciones del colectivo, que arrancaron en 2009, tienen por objetivo “potenciar y diversificar las dinámicas socio-comunitarias autónomas en lugares donde la exclusión, el abandono de las instituciones y la indiferencia de la sociedad en general han convertido las emergencias humanas más indignantes en una situación estructural, que jamás va a ser modificada a través de la falsa ayuda del asistencialismo estatal, partidario o religioso”.
Asimismo, desde la organización sostienen que “los aprendizajes, experiencias e intercambios compartidos con los vecinos son nuestra práctica, la igualdad nuestro anhelo y los pensamientos libertarios nuestra inspiración. Asumir nuestras circunstancias inmediatas y comprometernos con ellas eligiendo ser actores, ensayando la construcción de una realidad diferente y una convivencia colectiva, es el camino que pretendemos recorrer hacia la meta de la autodeterminación allí donde no se la permite”. 
Las actividades de El Cuco se fueron cristalizando en diversos espacios, algunos consolidados y otros en vías de expansión: Macanudo, el taller de expresión artística que agrupa a niños desde los 5 años en el cual se realizan dinámicas a partir de la música, la plástica y expresión corporal, sumado a la puesta en común de vivencias y valores; una huerta orgánica donde a través de una actividad compartida “aprendemos a obtener nuestros propios alimentos saludables a bajo precio en armonía con el medio ambiente” y la Murga de Cabal, que contagia alegría por las calles del barrio y lo representa en cada actuación que realiza en otros lugares de la ciudad. Además se llevaron a cabo ciclos de cine itinerante a cielo abierto y talleres de primeros auxilios.
A partir de 2011, las energías también se centraron en el armado de cooperativas de trabajo y de La Jugosa, que elabora productos cárneos como hamburguesas, chorizos y carne picada y que se perfila como un buen negocio para sus integrantes, ya que “los cucos” se propusieron como objetivo obtener un sueldo para tomar nuevos trabajadores.
En paralelo, están proyectado afianzar una cooperativa de fabricación de bloques de cemento-arena. “A nivel de construcción popular, asumimos que éstos son procesos lentos porque constituir una cooperativa lleva mucho trabajo. Sin embargo creemos que a partir de estos emprendimientos gestionados bajo el control obrero avanzamos hacia la etapa prefigurativa de creación de una economía distinta, basada en valores cooperativos y nuevas relaciones humanas”, argumentaron sus integrantes. 

Por el poder popular
A Pedro Diez muchos lo conocen como Peter. En el barrio saluda a todos mientras desanda el trayecto entre su casa y el techo propio de El Cuco. “Empezamos en la vecinal de barrio Cabal ayudando en la copa de leche, haciendo una dinámica de juegos y apoyo escolar. Contamos con gente que está desde el principio y se van sumando algunos, incluso unas diez personas vienen a trabajar y no son del barrio”, cuenta.
Seguidamente señala: “Todos nuestros espacios van hacia el mismo objetivo, que es generar poder popular en el territorio. Eso significa lograr autonomía a través de la recuperación de derechos, como el derecho al arte, al trabajo, al medio ambiente. A esos derechos los vamos recuperando mediante los espacios que creamos, generando conciencia crítica en el territorio para tratar de ver la realidad en la que estamos, que no es única sino que la compartimos con otros barrios. Todo esto se canaliza en los espacios de educación popular, donde los chicos y las familias van decidiendo qué se quiere hacer y cómo se quiere trabajar. Con los adultos tenemos una dinámica de participación en asambleas generales, que se hacen todos los sábados, sumado a las reuniones internas de cada espacio”.
En un alto de sus actividades, Peter comentó que “estamos por lanzar la rifa de una canasta familiar para solventar los espacios que trabajan con niños. Salimos por el barrio a pedir productos para armarla y después la terminamos de completar entre todos. Los chicos participan de este proceso de financiamiento así como participan de cada espacio que tenemos”.
Sobre la relación con el entorno del barrio, explicó que “además de Cabal, tenemos una pata de trabajo en Las Lomas y queremos arrancar en Scarafía. A la par, articulamos con las organizaciones A Pedal, Revuelta y con el Centro Cultural y Social El Birri. Falta mucho trabajo para llegar a un escenario en el cual podamos abarcar situaciones de lucha que no obedezcan a territorios específicos, aunque estamos interviniendo en el conflicto de los carreros y también hemos realizado reclamos por el transporte público”.
En 2012, El Cuco impulsó una movilización tras la muerte de su compañero Maximiliano Mendoza, presentando un petitorio ante las autoridades locales, realizando un corte y pintando una estrella amarilla en el Puente Negro, lugar donde Maxi falleció atropellado por un camión. Una semana después de aquel accidente, dos niños de Cabal se electrocutaron, “y también nos movilizamos a la Municipalidad y a la EPE reclamando obras para el barrio, porque no queremos más muertes por pobreza, por abandono del Estado”.
Javier también es parte de El Cuco desde hace un año, cuando se decidió a “tomar cartas en el asunto por el descontento con algunas cuestiones sociales y políticas. Nos planteamos llevar adelante una acción política que no implique adherirse a un partido o tenga que ver con el maneje político, porque vemos la manipulación sobre los ciudadanos con promesas que no se cumplen. Queremos ayudar a la gente a ayudarse más: no darles las cosas hechas sino hacerlas junto a ellas”. En este sentido, dijo que “si bien nuestro espacio apunta más a los chicos, hay vecinos que se acercan, incluso una familia invitó a la murga a tocar al cumpleaños de su hijo”.
Javier aporta un dato clave: “Esta zona directamente no está reconocida como barrio, según el Municipio es un espacio verde y todo eso acarrea la falta de servicios normales a los que debe tener acceso toda la ciudadanía”.
Consultado por la relación que El Cuco mantiene con los entes oficiales, Peter analizó que “son discusiones pendientes porque hasta ahora no hemos tenido un diálogo constante, en general lo hacemos a través de diversas estrategias de comunicación. En realidad nos interesa hablar con el resto de la sociedad, que suele ser muy indiferente y no ve estas realidades”, acotó. Por su parte, Javier sentenció: “No me parece necesario establecer una relación fluida con el Estado más allá de los vecinos que puedan ser beneficiados con planes que se le extienden a cualquier ciudadano. Y hay muchos planes de subvención a cooperativas que aceptaríamos como ayuda pero sin tener que afiliarnos a un partido”.

Cimientos plantados
Días pasados, los integrantes de El Cuco construyeron una casilla de chapa en el terreno que consiguieron el año pasado. Llegar hasta el lugar resulta sencillo para quien conoce la zona. No obstante, una altísima antena de telefonía instalada a escasos metros de los ranchos –que apenas cuentan con tendido eléctrico y un precario servicio de agua de pozo– sirve como referencia para los desprevenidos.
Dentro del terreno también funciona un abonero y una incipiente huerta con verduras de estación, que cuidan los niños que asisten a los talleres. “La idea es habitar esto lo más posible”, comentaron ‘los cucos’, quienes prevén sumar una estructura sólida al rancho, armado entre todos en apenas poco más de dos días.
Cuando no queda mucho más que contar y sí bastante por hacer, los miembros de El Cuco resumen sus objetivos: “Venimos andando a pulmón, buscando un sueño pero con los pies, las manos y el cuerpo en la tierra, bien embarrados”.

Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013

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