martes, 21 de agosto de 2012

Instinto de zorro

De la dvdteca del Cine Club, Fantastic Mr.Fox (2009): una peli para todas las edades.

Por Sebastián Pachoud

Sin entrar en preámbulos innecesarios, tengo que decir que esta película me ha hecho llorar de risa (y digo llorar para no levantar quejas histéricas por la utilización gratuita de verbos escatológicos por parte de lectores impresionables), aunque también dudé mucho en verla. Y el prejuicio es a veces bueno, pero generalmente malo.
Me había fanatizado de una manera saludable con las películas de Wes Anderson y pensé que a ésta no debía verla. Hasta que el director periodístico de este hermoso periódico me dijo que no sea tonto, que la saque de la devedeteca del Cine Club Santa Fe (que hoy ya supera los 1000 títulos, todos de acceso gratuito para sus socios) y que la mire, que me iba a pasar aquello que digo que me pasó al comienzo de esta nota.
Para pasar rápido a otra cosa, vamos a contar que Fantastic Mr.Fox (2009) está hecha en stop-motion (que tienen el tupé de llamar “animación casera”, eso de filmar cuadro a cuadro cada movimiento de los muñecos y decorados que tengan movimiento), que fue nominada al Oscar como mejor película de animación (esos datos que le encantan a las madres, pero perdió), que las voces las hacen George Clooney, Meryl Streep y la misma caterva de actores fetiches del director como Bill Murray (por si no lo entendés, en el wikipedia de Wes Anderson te hacen un cuadro sinóptico muy ilustrativo), que no está basada en hechos reales, pero si en un libro del mismo tipo que escribió otras historias así de imaginativas (y cuando digo “imaginativas” no estoy intentando inducir ningún tipo de pensamiento segregacionista en usted lector por el supuesto uso de psicotrópicos por parte del autor) como Charlie y la fábrica de chocolate y algunas más.
Se ha hablado mucho de lo mal que nos ha hecho el congelado Walt y de lo mucho del bien que han traído estos nuevos “dibujitos para adultos” (que nada tienen que ver con los pornográficos, aunque sean interesantes ambos). Como acá tampoco nos vamos a detener en eso, sólo diremos que entra en tal categoría. Porque lo que las distingue no es la técnica, sino el cuento (sobre todo el uso de la ironía y el sarcasmo). Historias supuestamente tontas que regocijan nuestro candor y a la vez nos hacen pensar (por ponerlo de alguna manera).
No le falta cierta fábula, del heroísmo infantil e infantilismo adulto siempre podemos aprender alguna simpática lección.
Fantastic Mr.Fox es una historia de divertidas aventuras que no por eso deja de plantearse (desde un lado nada solemne) cuestiones como la insatisfacción del hombre moderno y la identidad, si así lo dice el mismo cánido protagonista: “¿Por qué un zorro? ¿Por qué no un caballo, un escarabajo, o un águila? Lo pregunto más como algo existencialista. ¿Quién soy? ¿Cómo puede ser feliz un zorro sin un pollo entre sus dientes?”.
La historia es más o menos sencilla: el fantástico Señor Fox es un zorro que no puede reprimir su instinto salvaje y (mientras escribe columnas para un periódico) vuelve a su vieja costumbre de robar gallinas. Sus víctimas, los granjeros Boggis, Bunce y Bean (“uno gordo, uno petiso, el otro encorvado, de aspectos tan distintos, igual de malvados”) comandados por éste último, deciden darle caza, lo que pondrá en peligro al resto de animales que conviven con él. Aunque el Sr. Fox siempre tiene a garra un plan para zafar (de ahí el epíteto en su nombre, y de ahí la manipulación de empatar a los tramposos con los zorros, aunque no a Don Diego de la Vega).
Con frenético ritmo de comedia, en la puesta en escena está todo el exagerado universo Anderson: humor de situación (perdón, siempre quise escribir eso), composiciones de cuadro fijas y armoniosas, paleta de color conjugado (dorado zorro), sobreimpresos divertidamente al pedo, guiños cinéfilos, grandes diálogos, canciones conocidas y chistosas, problemas familiares, deliciosos detalles y numerosos y extravagantes personajes en busca del sentido en el mismísimo sinsentido. Todas partes subordinadas al todo: un holístico del carajo.
Anderson utiliza herramientas estéticas ya casi en desuso y parece evocar su niñez, sumergiendo sus raíces narrativas en aquella infancia e intentando recuperar así el aspecto de la fantasía como ese lugar mágico que fuimos perdiendo (aunque en muchos casos no en su totalidad, como el mío) en la transición al famoso mundo de “la adultez”.
El paraíso que nos hacen perder al morder la manzana de la responsabilidad es recuperado a través del cuento infantil para inculcar valores en la infancia, demostrando así el poder curador de todo arte y promoviendo la imaginación como utensilio fundamental en el montaje de eso que solemos llamar realidad social.

Publicada en Pausa #99, miércoles 8 de agosto de 2012


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