sábado, 2 de julio de 2011

Una implosión para que haya muchos soles

Aproximación in situ al movimiento 15 M, que crece en Europa y que mueve a la evocación en Argentina.

Por Ricardo Cattaneo (*)
desde España

Enclavada en el cruce entre dos paseos importantes de la ciudad de Madrid, la Plaza de Cibeles suele ser epicentro de festejos deportivos. Madrileños, inmigrantes y turistas rodean la fuente que se encuentra en el centro de esa plaza para aclamar a los equipos cuando salen campeón. En ese marco, hoy el itinerario “de Cibeles a Sol” no parece ser propio de aficionados a las espectaculares ligas de fútbol. Es el itinerario elegido por un colectivo de jóvenes que la semana previa al domingo 15 de mayo de 2011 convocaba a marchar bajo el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”.
La plaza Puerta del Sol ha dejado de ser ya uno de los mentideros más frecuentados de Madrid. Los vecinos ya no se reúnen allí para hablar de, digamos, “lo divino y humano”, ni para comentar todo lo relativo a su ciudad y sus gobernantes. Desde hace años, la plaza se muestra atestada de mobiliario urbano, estatuas y kioscos; ni siquiera sirve ya para dar descanso a los miles de turistas que la atraviesan a diario, en busca de emociones programadas. Aunque sea un punto de encuentro para muchas personas, no ha sido planificada para el emplazamiento sin término sino para la circulación incesante.
Ese domingo 15, un grupo de jóvenes manifestantes no sólo llegaron al Sol con sus pancartas y proclamas sino que, además, decidieron quedarse a acampar. Las razones que los impulsaron a ello han sido dadas en los sitios webs de colectivos como Democracia Real Ya, Juventud sin futuro o en el bien informado politicaenlacornisa.blogspot.com. Ahora bien, ¿cuáles pueden haber sido los motivos que llevaron a miles de personas a sumarse a la acampada de Sol en los días sucesivos? ¿Acaso fueron los gritos de los jóvenes que en la madrugada del 17 de mayo expresaban a viva voz: “¡Despierta Madrid! ¡Despierta Madrid!”, mientras eran desalojados por la policía nacional? ¿O fueron más bien las etiquetas #acampadasol, #nonosvamos y #tomalaplaza enviadas a través de la red social Twitter, las que movilizaron a miles de jóvenes?
Lo cierto es que a la plaza se acercaron también cientos de adultos mayores y menores, acompañados de sus hijas, hijos y de sus parejas. El hartazgo, la convicción o la simple curiosidad de los mayores no los eximió de afrontar las benditas preguntas que suelen hacer los más pequeños. “¿Por qué están aquí papá?”, preguntó una niña de unos 8 años, mientras caminaba entre los acampados. “Porque están muy enfadados”, arriesgó su padre. La niña, mirando a su alrededor, opinó: “pues yo los veo muy contentos”.
Manifestaciones hay muchas y en todos los sitios. Pero no todas despiertan alegría, ni promueven el deseo de dar la palabra y de solicitarla. Escuchar, exponerse sin miedos ante quienes nos hablan y nos hacen saber de sus necesidades e inquietudes. No se trataba de una convención de “perrosflautas”, denominación despectiva de por sí, ni de ir a pasar el rato, sino de hacer el tiempo juntos, discutiendo ideas y movilizando voluntades, colaborando sin mezquindad como un* de tant*s, como un* más. Y el tiempo era propicio, en el diferendo de las asambleas, en la organización de comisiones para las atenciones primarias (infraestructura, alimentación, limpieza, respeto, dinamización de las asambleas, enfermería, guardería infantil...) o para las de más largo alcance (legal, comunicación, informática, extensión, barrios...), en los grupos y subgrupos de trabajo (cultura, economía, política, medio ambiente, soberanía alimentaria, medio rural y ordenamiento del territorio, energía, educación ambiental, decrecimiento, ciudades, sistemas financieros...). En todos los espacios y en todos los rincones de Sol se convocaba a la tarea conjunta y a la responsabilidad compartida. Quienes pasaban por allí no podían dejar de verse interpelados: “¡No nos mires, fóllanos!”, decía un cartel que colgado en una de las carpas o chabolas.
En ese contexto multitudinario las diferencias no se ocultaban. Había quienes proponían llevar a cabo acciones inmediatas, para reclamar por la falta de perspectiva para conseguir un empleo o una vivienda digna, para exigir la reforma de la ley electoral y la del régimen que se ha impuesto a las universidades europeas (conocido como “bolonización”, proceso en vías de internacionalización), para denunciar una vez más la corrupción, ineptitud y desidia inocultables de la clase dirigente... Otros, en cambio, procuraban mejorar los mecanismos de las asambleas, para evitar a mediano plazo la falta de reconocimiento de las posiciones minoritarias, para consolidar y garantizar los espacios de discusión en torno a asuntos programáticos. A tales diferencias hay que sumarle la dificultad del movimiento en la integración de las demandas de los obreros de los sindicatos minoritarios, las cuales parecían no tener cabida en un primer momento, quizás por la misma indecisión que estos últimos plantearon para sumarse al reclamo generalizado.

Si todos los precios suben, menos el del tiempo de trabajo...

Las asambleas han oscilado así entre quienes repudiaban a sus representantes políticos, exigiendo una “democracia real ya” y quienes eran reticentes a toda representación parlamentaria, por considerar que “llaman democracia a lo que no lo es”. Los “jóvenes airados” demandan un cambio urgente para poder encauzar su futuro profesional o laboral incierto. Los activistas de movimientos sociales críticos (tales como okupas, feministas, ecologistas, sindicalistas alternativos, hippies arco iris, lavapieseros, etc.) solo confían, en cambio, en lo que se han venido haciendo en diversos espacios de trabajo y recreación comunitarios. Por su carácter libertario, no esperan ya nada de los que dicen representar políticamente a la población.
Ello explicaría por qué las cuatro líneas básicas de acción propuestas para ser discutidas el 26 de mayo no concitaron una rápida adhesión. En tal plataforma, o acuerdo de mínimos, se había propuesto: 1º Reforma electoral encaminada a una democracia más representativa y de proporcionalidad real, con el objetivo adicional de desarrollar mecanismos efectivos de participación ciudadana; 2º) Lucha contra la corrupción mediante normas orientadas a una total transparencia política; 3º) Separación efectiva de los poderes públicos; 4º) Creación de mecanismos de control ciudadano para la exigencia efectiva de responsabilidad política. El problema era el “qué” y el “cómo”.
No obstante, cabe distinguir entre esa plataforma y el reclamo más de fondo promovido desde las bases, esto es, desde las asambleas barriales, donde han participado numerosos vecinos, jóvenes “parados”, profesionales o universitarios sin plazas ni becas, inmigrantes maltratados, etc. Asambleas cuya dinámica despertó interés de manera casi inmediata y llegó a emocionar incluso a quienes llevan años compartiendo esas luchas. Por ello, quizás, la asamblea general reunida el domingo 28 decidió retornar hacia esas bases. Que no haya un único Sol y menos tanto juego para que una dirigencia política siga girando en su cielo circular y egocéntrico, con total impunidad. Que haya muchos soles en cada barrio, en cada pueblo, en cada fábrica, en cada nicho universitario… Al fin y al cabo, el término elegido porThomas Moore para dar nombre a su anhelada “isla de Utopía” proviene, quizás, de una traducción de oídas de aquel otro término de raíz no menos antigua: eutopía…


Al día de hoy no está dicha la última palabra. Pero ya hay nuevas convocatorias para octubre, cuando hayan comenzado las clases en la universidad y se acerquen las elecciones presidenciales. De todas maneras, tod*s conocen el camino por el cual se pueden volver a alzar las manos libres, para pedir la palabra o para hacer lugar a la ya empeñada. De esta gran convocatoria, una frase ha quedado resonando por todas partes y es la del final del discurso que el politólogo Carlos Taibo dirigiera el mismo 15 de mayo, cuando recordara las palabras de Martin Luther King que tanto gusta repetir José Luis Sampedro: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo, lo que nos parecerá más grave no serán las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”.

(*) Filósofo. Fue director de la carrera de Filosofía de la UNL. Publicado en Pausa #76

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